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Sólo dios sabe

25 Jul

Tras el batacazo de Drive, película que proponía una historia violenta con gran despliegue visual, un guión ajustado y Ryan Gosling, su director, el danés Nicolas Winding Refn, sigue en la misma línea estética, y con el mismo actor fetiche, en una nueva que se llama Only God Forgives y que, si bien no es estrictamente secuela de la anterior, no sería raro que formara parte de una trilogía temática en distintas partes del mundo, porque para ésta fueron a filmar a la capital de Tailandia, Bangkok.

Después de verla tenemos la sensación de que entre una y otra pasó algo en el medio. Refn se engolosinó con algunos aspectos de su narrativa (al menos, a diferencia de muchos otros, tiene un plan detrás de lo que hace, y por eso es una de las películas que hay que ver este año), subió la apuesta  corriendo el riesgo de que, como posiblemente ocurra, en la comparación con Drive, Only God Forgives siempre pierda. Salvo que haya apuntado a quedarse con un puñado de incondicionales (Ryan Gosling dijo que la película es como una droga, puede pegarte bien o mal). Yo también sospecho de una mano no tan negra (aparece en los créditos), pero no nos adelantemos.

Only God Forgives es un thriller con un montón de elementos del cine que nos gusta ver: el deadpan de los yacuzas de Kitano, una venganza que no se para con nada igual a las de Chan Woo Park, la fotografía del Won Kar Wai de 2046, musicales entre bolas chinas rojas como haría el mejor Lynch, muchas sangre y mucha violencia coreografiada al estilo Kill Bill, mujeres hermosas. Uno piensa que con todos estos ingredientes juntos una película no puede fallar, excepto que estén mal dosificados o al servicio de una historia floja. No pareciera ser del todo ni un caso ni el otro.

Julian (Ryan Gosling en el personaje que hace de memoria, el de Drive y The Place Beyond the Pines) tiene un gimnasio donde enseña muay thai y además, junto con su hermano, o porque su hermano está en ésa, es traficante de drogas. A su hermano lo mata un policía retirado que también es un pésimo cantante y un samurái con katana. Crystal, la madre de Julian (Kristin Scott Thomas, la del paciente inglés, una actriz bellísima que no tuvo toda la suerte que se merece), viaja con varios objetivos: buscar el cuerpo de su hijo mayor, resolver el asunto de la venganza y de paso cuidar el negocio familiar de venta de heroína y cocaína. Es una mujer joven, ambiciosa, y todo indica que mantenía una relación incestuosa con su hijo muerto. El encuentro con Julian es áspero y retorcido pese a que, como en Drive, hay muy pocos diálogos.

El resto es un regodeo estético con edición enrarecida, bailarinas y fisicoculturistas, cabarets de salones espejados y mucho neón, planos impecables y canciones en tailandés casi como separadores. En algún momento empieza a dar la impresión de que no sólo las peleas están coreografiadas al milímetro, sino todo lo demás: la forma en la que hablan los actores, cómo caminan y se visten, cómo miran y hasta cómo se alejan. Parecen los ciborgs de la parte futurista de 2046, pero esta historia no transcurre en el futuro. En Drive (las comparaciones son inevitables) el vengador que hacía Gosling tenía un costado humano, se enamoraba de la joven Carey Mulligan, y los mafiosos, desde el genial Albert Brooks hasta el siempre carismático Bryan Cranston, en cada aparición mejoraban la película, algo que no pasa en Only God Forgives, donde se nota mucho más que ni los actores ni la historia son demasiado importantes. Refn busca, y en la mayoría de los casos encuentra, encuadres perfectos, recargados de colores y texturas en los que se desarrolla la acción de una manera un tanto mecánica, como cuando la belleza helada de Scott Thomas despotrica contra su hijo menor, que acaba de presentarle a la novia, una prostituta tailandesa tan inexpresiva y contenida como el resto del elenco. Las peleas, afuera y adentro de la familia, los cruces entre personajes, se resuelven en escenas pensadas al detalle, con una frialdad que por momentos roza lo absurdo, como si lo que importara en realidad fuera la idea –el plan de Refn o del dios del título- que las empuja. “Es hora de conocer al diablo”, le dice en un momento el hermano mayor a Julian. Algo así, ya lo adelantábamos antes, puede haberle ocurrido al director entre una película y otra, lo que explicaría las oscuridades, abusos y excesos de esta última. Difícil escaparle a esa influencia. No por nada la dedicatoria del final: “para Alejandro Jodorowsky”.

Auto fantástico

11 Nov

Muchas veces el cine se dedicó a esa forma violenta, más o menos clandestina y organizada de hacer negocios que conocemos como mafia. Drive, una de las últimas películas de Ryan Gosling -star del momento que fue metamofoseándose a pedido de la industria en un Vin Diesel sensible y carismático-, toca de costado el género sacándole provecho: cuando nos enteramos, junto con el protagonista, de que detrás de un préstamo está metida la pesada de la Costa Este, sabemos que  las cosas van a terminar mal. Pero el director no hizo otra de mafias y asesinos a sueldo. Creó un gran personaje, climas densos y macabros con la ayuda de nada menos que Angelo Badalamenti y, en el medio, una historia de amor casi sin palabras, un cruce sutil de soledades y miraditas en el supermercado.

Gosling transmite ternura, pero desde hace tiempo también porta músculos. Combinando su nueva faceta con aquella de chico loser de película indie (Lars and the Real Girl) logra quizás una de sus mejores actuaciones hasta el momento. Es un conductor parco, profesional e imprevisible, aunque no por eso menos protector y cariñoso. Maneja lo que le den y para lo que sea. Puede ser chofer de dos desconocidos vestidos de negro o doble de riesgo. No tiene pasado ni amigos ni nombre. Bryan Cranston, el dueño del taller, lo usa para todo tipo de trabajos, siempre sacando su tajada y aprovechándose de que él no se queja. Es lo más parecido a un padre que tiene.

A Nicolas Winding Refn, el director de esta película, más que el crimen organizado y los autos le interesa otra cosa: convertir la violencia en un objeto estético, al mejor estilo La Naranja Mecánica. Ya lo había demostrado en Bronson (que a su vez parece una remake desmesurada de Chopper, lo mejor de Eric Bana en toda su carrera). En Drive, el conductor apuñala a un capo mafia: lo único que vemos son sus sombras luchando. Otra muerte es en el mar, de noche, con un Gosling irreconocible. De a ratos parece una parodia de Brian de Palma o de cierto cine clase B (esos créditos), como si se tratara de un Meteoro vengador.

Los aciertos de guión y dirección son varios. No hay exceso de persecuciones motorizadas ni fetichismo con los autos. La trama, como el conductor cuando tiene patrulleros acechándolo, no se apura en ningún momento y gana tensión de a poco a partir de un recurso infalible a la hora de contar: una historia simple que se complica. Ron Perlman, un gigante del cine -literalmente- , con su inconfundible cara de rasgos simiescos, no hace uno de los papeles a los que nos tiene acotumbrados (Hellboy). La charla entre Gosling y el otro mafioso en el restaurante, con el hombre ya bastante cabreado (Albert Brooks, el infaltable italoamericano), no tiene desperdicio: «Cualquier sueño que tengas, planes o esperanzas para el futuro, vas a tener que suspenderlos. Te digo esto porque quiero que sepas la verdad». A esa altura, Drive es un thriller en el que todos miran en el espejo retrovisor de su paranoia porque alguien viene a cobrar la deuda, rápido y muy furioso.

Cabellera Salvaje

12 May



Siempre se debe felicitar a todo aquel que convierte cualquiera de sus debilidades en una verdadera fortaleza. Ya desde joven notamos que Nicolas Cage no era el muchacho más agraciado del barrio. Tiene un inamovible gesto de preocupación en la cara y por la extraña y pajosa textura de su pelo nunca fue elegido para ser la nueva imagen de un champú, ni siquiera anti-caspa. Pero eran los ochenta, tenía a su favor la juventud, que siempre minimiza cualquier defecto y se filmaban muchas películas de high school norteamericana donde sobraban personajes que se destacaban por no encajar en los cánones habituales de belleza. Así fue como en sus comienzos apareció en la mítica Fast Times at Ridgemont High, donde entre otras cosas, empezamos a querer mucho a Sean Penn y Judge Reinhold protagoniza una de las más memorables escenas de vergüenza masculina jamás filmada. Sin muchas escalas filma con Francis Ford Coppola, La Ley dela Calle, junto a otros futuras estrellas. Entre ellas, Matt Dillon, quien curiosamente nunca supo capitalizar del todo la facha que Dios le dio. Un par de películas más, buenas pero olvidables como Adiós ala Inocencia y Cotton Club. Su primera punta de estrella aparece con Birdie, de Alan Parker. Pero como siempre suele ocurrir, para confirmarse como actor serio empieza a protagonizar intragables dramas históricos como The Boy in Blue, donde Nicolas luce su mejor cara de boludo. Vuelve con Coppola en Peggy Sue got Married. Acá es donde empieza su edad de oro. Donde acepta su poca gracia y se convierte en el adorable perdedor de espíritu trash que el cine estaba necesitando: Arizona Baby, Hechizo de Luna, Vampire’s Kiss y toca(mos) el cielo con las manos cuando se convierte en Sailor Ripley en Corazón Salvaje. Inmediatamente después empieza a aparecer afeitado, peinado con mucho gel y cara de matador en más de cuatro películas que ni vale la pena mencionar. Ya en el borde del precipio filma la inexplicable ¿comedia? Guarding Tess. Lo vemos en It Could Happen to You y descubrimos que de no haber sido actor, Nicolas había nacido para usar uniforme de policia. No resulta difícil imaginárselo mangueando un par de porciones en la pizzeria de la esquina. Y entonces sí, finalmente, la gloria: Leaving Las Vegas. ¡Cara de borracho! ¡Claro! ¡Nicolas Cage tiene cara de borracho!

No conforme con esto, avanza hacia el terreno que todo actor de Hollywood quiere probar: las películas de acción. La Roca, ese vómito llamado Con Air, la brillante Face/Off y un tiempo después la olvidable 60 Segundos. Evolución natural también es la de investigador, la de ángel caído, de justiciero por error: Ojos de Serpiente, 8 MM, Al límite, Family Man. Y con La Mandolina del Capitán  Corelli confirmamos lo que tratábamos de negar: de ahí en adelante todo es cuesta abajo. Salvo por Adaptation y tal vez por El Señor de La Guerra, la cosa se pone cada vez peor. Peliculas de acción de muchas explosiones 3D que no alcanzan a tapar con el ruido sus nefastas intenciones, injertos capilares monstruosos para películas monstruosas para niños. Y mirá que hay que tener mala leche como para protanizar una de las peores adaptaciones de un comic, que para colmo ahora se viene la segunda parte.

Tal vez la culpa no sea del todo suya y este tratar de estar siempre en lo que “se usa” en realidad solo deja en evidencia cierta decadencia cinematográfica general. Tal vez el futuro lo encuentre con la calvicie asumida, protagonizando el papel de su vida. Pero por ahora parece que Nicolas Cage se está perfeccionando y pretende lograr la maestría en hacer mala elecciones. Peluquero incluido.


(casi) 10 actores que hacen siempre el mismo personaje

15 Abr

Hugh haciendo su típica cara de soltero encantador

Yo: Se me ocurrió hacer los diez actores que hacen siempre el mismo personaje.

El Juan, El Perro: Denzel Washington.

El Perro: Después del Oscar por Philadelphia empezó a poner una excesiva cara de circunstancia ante una explosión, un secuestro, una separación o cualquier otra situación tensa. Lo mismo aplica para su tono de voz.

Yo: Es medio difícil distinguir entre los que hacen siempre el mismo personaje y los que tienen solamente una expresión. Hugh Grant tiene una sola expresión, como que arquea los ojos, tipo perrito triste, y abre un poco la boca, porque no entiende lo que se le está diciendo. Hugh Grant nunca entiende lo que se le está diciendo.

El Perro: Y además ya se sabe de memoria todo lo que tiene que hacer.

Yo: Treintañero solo, a veces un poco picarón. Encantador. Siempre con una sonrisita adorable. Hace de galán o de galán. ¿Y Will Ferrell? ¿No hizo demasiado ese personaje de adolescente tardío, recontra quemado y zarpado, exagerado y payasesco, tanto que ahora no lo queremos ver ni en figuritas?

El Juan: ¡Pero hizo «Stranger than fiction»!

Yo: ¡La excepción que confirma la regla! Igual a mi me gusta Will. Un poco todavía lo banco.

El Juan: De adolescente también hace siempre Adam Sandler. Aunque en «Punch-drunk love» se redimió un poco.

Yo: Un poco, porque siempre le toca el inmaduro bonachón. El tipo que da todo por amor. Pero a la vez es torpe. Pero a la vez adorable. Pero a la vez mete la pata. Pero a la vez un poco te enamorás.

El Juan: También está Brendan Fraser.

Yo: Brendan es el eterno asustado. Siempre le pasan cosas alrededor que lo sorprenden: una momia, el encuentro con el diablo, salir de un búnker y encontrar un mundo rarísimo. Hasta en el afiche de «George of the jungle» tiene cara de asustado.

El Perro: Danny Trejo.

El Juan: Latino que usa armas, latino que maltrata o seduce inexplicablemente mujeres, latino que habla correcto spanglish, mexican de pocas pulgas. En definitiva, cuando necesitan un latino duro, no llaman ni a Luis Guzmán ni a John Leguizamo. Lo llaman a él, y Danny va y hace lo suyo.

El Perro: Andy Garcia.

Yo: Yo, la verdad, es que no ubico tanto a Andy Garcia. Para mi es el tipo que quiere ser Robert De Niro y no puede.

El Perro: La piel de su rostro es lisa, blanca, sin defectos. Supongo que nunca va a arrugarse. Pero ahí está la contra: no hay posibilidad de hacer gesto alguno. Siempre la misma cara de estar pensando y para colmo nunca un grito, nunca hacer nada que desacomode su prolijo peinado que siempre es para atrás. Tiene una gran mirada. A veces eso alcanza. La mayoría de las veces, no.

Yo: Igual es lindo Andy Garcia. Tiene esa película, Héroe por accidente, que a mi me encanta. Les digo hasta ahora: Denzel Washington, Hugh Grant, Will Ferrell, Danny Trejo, Adam Sandler, Brendan, Andy Garcia. No hay mujeres.

El Juan: Juliette Lewis. Reventada que en algún momento de la película -si no en casi todos-va a gritar mucho, y después llora o se droga o las dos cosas juntas.

El Perro: Jodie Foster. Hetero frígida medio asexuada con acento levemente inglés y expresión entre lacrimógena y de profundo terror, como si  todo el tiempo tuviera miedo de ser violada o secuestrada.

Yo: Ok. Llegamos a nueve. Falta uno.

El Perro: Que propongan los lectores.

El Juan: Poné a Daniel Hendler. Daniel Hendler se lo merece.

Yo: No, Daniel Hendler queda para la lista local. Que seguramente va a ascender a veinte nombres, como mínimo.