Jeff Nichols hace algo más que seguir la vieja máxima que dice pinta tu aldea y pintarás el mundo, aunque de ahí parte. Sus películas retratan con honestidad y sin ironía (a diferencia de los Coen, por ejemplo) la vida en los pueblos rurales del estado sureño en el que nació, Arkansas. Las tramas están atadas a ese paisaje, no podría transcurrir en otro lado ni sus personajes ser de otra parte, pero Nichols se las ingenia para nunca caer en el costumbrismo o el lugar común. En Shotgun Stories se desataba una guerra entre hermanastros comandada por Michael Shannon (su actor fetiche), quien en Take Shelter vuelve a ponerse bajo las órdenes del director y alucina el apocalipsis. Mud trabaja con los mismos elementos de siempre, como si transcurriera en un época sin celulares ni ipads (o sea: Arkansas), pero a las armas, el aburrimiento pueblerino, los sembrados y la familia redneck le agrega el Mississipi.
El mismo Nichols dijo que Mud estaba inspirada en Mark Twain, así que hay dos amigos inseparables de catorce años que, en esa geografía acuática y salvaje, tienen la aventura de sus vidas cuando conocen a un tipo misterioso que dice ser propietario de pocas cosas pero, en el contexto de la isla en la que sobrevive, valen mucho: un barco, una 44, una camisa de tela liviana, un amor al que espera. Es definitivamente una de las mejores actuaciones de Matthew McConaughey, que para levantar su carrera hace rato decidió dar un viraje hacia el sur profundo, y la rompió en todo lo que hizo, desde The Paper Boy y Killer Joe hasta un papel menor en Magic Mike que no tiene desperdicio. Le sale muy bien el acento y la picardía, el delirio místico y la estafa, el aspecto desaliñado. Además no anda con vueltas a la hora de hacer sacrificios que beneficien al personaje. Se sabe que siguiendo una dieta extrema perdió 25 kilos para interpretar a un enfermo de Sida en Dallas Buyers Club, a estrenarse en diciembre de este año. En Mud está sucio y hambriento, tiene las paletas delanteras rotas, y por momentos es como el buen salvaje pero con un pasado turbio y sin amigos. Ahí es donde entran a jugar los chicos. Ellis –Tye Sheridan, que actuó en Tree of Life de Malick (otro director que siempre vuelve al mismo lugar: Texas)- y Neckbone. Habrá un intercambio interesado entre ellos y también, siguiendo la línea del relato de iniciación y aventuras, un aprendizaje. Y, por supuesto, una chica, Reese Witherspoon, que maneja bárbaro el hillbilly porque es su lengua materna.
La película es entretenida, tiene momentos de ternura y enseñanza a la “Stand by Me” y acción de la que uno espera: tiros y piñas. El punto de vista del chico funciona bien, está otra vez Michael Shannon, aunque no se destaca mucho, la periodista de la segunda temporada de American Horror Story, Sara Paulson (tampoco) y Sam Shepard. El río barroso por el que seguramente el personaje esté bautizado así los une y los espanta, viven en casas flotantes y sacan lo que pueden del agua para vender. La elección de este escenario hace todo más interesante. Otro acierto, compartido por el resto de su filmografía, es que Jeff Nichols no se ensaña con sus criaturas. Las somete a las condiciones durísimas de los pueblos fantasmas, campos y pantanos -sitios que él debe haber conocido bien de chico-, pero no piensa que el destino natural de ellos sea atravesar un serie de peripecias propias de los brutos (de nuevo los Coen) para terminar de la peor manera, la manera esperable. Si bien está claro desde que arrancan que están destinados al fracaso, podría decirse que al final del camino, sin recurrir a golpes bajos ni giros sensibleros, hay una especie de redención porque ya la pasaron bastante mal durante el viaje.