Ayer debatíamos en twitter si Laura Prepon está hecha mierda, si es linda, si tiene hinchazón de corticoides, está envejeciendo mal o es borracha. No llegamos a ninguna conclusión, como suele suceder en twitter, pero estábamos hablando de ella porque estábamos hablando de la nueva serie de Netflix de la que todos –todos- hablan: Orange is the new black.
La sinopsis de Orange is the new black es sencilla: blanquita va a la cárcel.
La blanquita Piper Chapman (Taylor Schilling, de pasado actoral bastante incierto y desconocido) está comprometida con Larry Bloom (Jason Biggs, de pasado actoral American Pie) pero antes estuvo de novia con Alex Vause (Laura Prepon, de la gran serie That ´70s Show y de la fallida Are you there, Chelsea?). Alex era traficante de drogas, en una Piper la ayuda y ahora las dos pagan sus errores en la cárcel.
Básicamente eso. La blanquita llega a la cárcel y se encuentra con un mundo desconocido y a su vez se reencuentra con su ex novia. Conoce presas. Conoce policías. Recibe visitas. Pasan cosas.
La serie es de Jenji Kohan. Jenji Kohan me cae muy bien aunque haya hecho pocas cosas porque todo lo que hizo siempre me gustó: escribió el capítulo de Gilmore Girls del primer beso de Rory, escribió el capítulo de Will and Grace donde actúa Michael Douglas, escribió uno de Sex and the City, otro de Mad about you y creó Weeds. Si viste Weeds y te gustó, Orange is the new black te va a gustar seguro. Si no la viste tendrías que ir corriendo ya a verla, al menos las primeras cuatro temporadas.
Orange is the new black es una comedia. Tiene música de Regina Spektor, música de Tune-Yards. Tiene muchos colores y personajes secundarios perfectos: Crazy Eyes, Red, Nicky, una gallina. Todo lo que sucede en la cárcel está al borde de lo inverosímil: no puede ser que la protagonista nunca la pase realmente mal y que su mayor problema sea tener que secar el pis de una compañera.
La serie no tiene ni un asomo de profundidad de las series que están de moda hoy (Mad Men, Breaking Bad). Eso es al mismo tiempo algo positivo y negativo. Positivo porque recuerda muchísimo a las primeras temporadas de Weeds (madre viuda se pone a traficar marihuana para bancar a su familia, casi la misma premisa de “blanquita se mete en territorio desconocido y peligroso”) en las que todo era disparatado y divertido y la protagonista caía siempre bien parada, como los gatos. Es negativo porque ese tono despreocupado que tenía Weeds al principio no pudo sostenerse y terminó convirtiéndose en un novelón que muchos abandonamos. Y eso podría sudecerle a Orange is the new black. Cruzo los dedos para que no.
La serie me gusta muchísimo y me gusta fundamentalmente por algo: es una serie de gente buena. Esto, que en un principio me pareció algo malo, se convirtió en el motivo por el cual sigo viendo la serie: para ver gente arruinada veo a Don Draper.
En Orange is the new black no hay un antagonista fuerte que pueda desequilibrar a la pobre blanquita que fue a la cárcel. Es justo al revés: ella va sacándole las capas de maldad a las presas para terminar descubriendo que en el fondo todas son seres de luz que sufrieron mucho en la vida pero que en el fondo son puro corazón.
En uno de los primeros capítulos, una colorada muy simpática (la colorada que trabajó en American Pie, ésta) está escuchando uno de los problemas de Piper y le dice: “Tenés enemigos imaginarios”. Y por eso, porque fabricarse enemigos es la esencia de cualquier minita de ley, y porque yo soy una minita de ley, es que banco la serie y obligo, aliento y festejo que todos la miren.